jueves, 10 de junio de 2010

ESTO ES LO QUE HAY...

Observo a los veraneantes o a la gente que viene de fin de semana y veo que están encantados con lo que ven. Ahí está precisamente la clave, en lo que ven. ¡Qué pueblo más bonito! ¡Las callecitas son preciosas, con sus casitas todas blancas! ¡Mira, tiendecitas con ropa ibicenca! ¡Jo, me quedaría aquí a vivir!
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Desde luego, la sombra del mito ibicenco es tan alargada como absurda. Hemos llegado al punto en que la gente ya mezcla y confunde todo. Claro, cuando uno viene de Colmenar Viejo o de Arganda del Rey y llega a un pequeño pueblecito de la costa mediterránea, sus esquemas mentales vuelan por los aires. Vamos, que se vuelve gilipollas y comete el error de pensar que porque está de vacaciones, hace sol, ve cuatro casitas blancas, va a la playa y se come una paella, está en un paraíso en el que todo es fantástico y se quedaría aquí el resto de su vida. Pero que nadie se engañe: este pueblo no dista mucho del Puerto Urraco de la época de la familia Izquierdo.
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En este primer post vamos a hablar de sus habitantes. La ciudadanía alteanense está formada actualmente por gente de diversas etnias y nacionalidades, pero los habitantes de habla valenciana se atribuyen exclusivamente la condición de alteanos y nos la niegan a los que aunque hayamos nacido aquí no hablamos valenciano en casa. Así, estos autoproclamados alteanos, nos clasifican a los demás en cuatro grupos a parte del suyo: los castellanos, los carruanos, los extranjeros y los forasteros.
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Empecemos por los autoproclamados alteanos.
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Son los descendientes de los pescadores y campesinos que vivían en las cuatro casuchas en que consistía el pueblo hasta los años 50. Aunque tecnológicamente más desarrollados que sus ancestros, su mentalidad y sus valores son los mismos que los de éstos y su cociente intelectual disminuye con cada nueva generación. Es lo que tiene la consanguinidad, que desvía al ser humano de su evolución lineal y crea una inesperada línea tangente de involución, dando origen a subespecies menos capacitadas que la media.
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Como he mencionado antes, éstos se atribuyen en exclusiva el gentilicio alteano (que dicho sea de paso, es incorrecto, pues lo correcto es alteanese) y a los demás nos dividen en los otros cuatro grupos. Esta es la muestra más clara de lo racistas que pueden llegar a ser. Aunque es justo decir que desde hace unos años han empezado a contraer lo que ellos llaman matrimonios mixtos: uniones martrimoniales entre alteanos y castellanos. Hay quien asegura que este fenómeno contribuirá al incremento del cociente intelectual de los alteanos.
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La paranoia anti-forastera es posiblemente su rasgo más característico. Su lema grabado a fuego, lema que han llegado a repetir hasta la saciedad, es "de fora vindran i de casa ens trauran" ("de fuera vendrán y de casa nos echaran"). A veces uno se pregunta cuál es su gran tesoro para el que los llegados de fuera somos una amenaza, si lo único que los alteanos han tenido opción de proteger ha sido como mucho una barra de pan con una sardina dentro.
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Quizás debido a su genética casi completamente árabe, los alteanos pueden ser especialmente envidiosos, rencorosos y traperos, pero su carácter valenciano les hace también vagos, pasotas, cotillas y malquedas.
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Por cierto, sería lógico pensar que tanto rechazo a lo de fuera se traduce en un nacionalismo atroz a nivel de ideologíco, pero ¡oh, paradoja! los alteanos son los más fachas, peperos y católicos de este país. De hecho, ven a los pequeños grupos de maulets como algo raro, casi exótico.
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Un consejo a los que vengáis de fuera y tengáis que tratar con esta gente: tened cuidado y armaos de paciencia.
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Los castellanos.
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Este es el grupo al que yo pertenezco. Somos personas cuya familia es de fuera de la Comunidad Valenciana. Los alteanos nos llaman así a los que venimos de familia procedente de cualquier parte del país comprendida entre la comunidad de Madrid y la cornisa cantábrica.
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Muchos de nosotros, hemos nacido y nos hemos criado aquí, pero a los alteanos eso se la suda: para ellos no somos alteanos sino castellanos. Y da igual las generaciones que pasen, que nunca nos considerarán alteanos a menos que accedamos a correr el riesgo de emparentar con ellos, caso en el que considerarían alteano al hijo nacido del matrimonio mixto.
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Los castellanos somos simplemente españoles corrientes, de Soria, Lugo, Ávila, Zaragoza, Madrid o Santander. La mayoría de nuestras familias eligieron este lugar cuando el pueblo no era más que una playa con cuatro casas y aquí montaron negocios que atrajeron a los turistas. Es importante notar que nuestras familias se establecieron aquí en busca de una nueva vida, quizás movidos por el agradable clima, pero en ningún caso por que ésta fuera precisamente una zona económicamente boyante. Y aunque los alteanos nos quieran hacer constantemente pedir perdón por existir, no hemos robado nada a nadie, pues aquí no había nada antes de nuestra llegada. Es más, lo que hay lo hemos levantado entre nosotros, los carruanos y los extranjeros.
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Los carruanos.
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Los alteanos llamaron carruanos a la gente procedente del sur de España, ya sean de Andalucía, Extremadura o Murcia (nota: los manchegos están a caballo entre castellanos y carruanos). Posiblemente el mote venga del hecho de que los primeros que vinieron, llegasen hasta aquí usando un carro tirado por burros o bueyes, en el que llevaban todas sus pertenencias, toda su vida.
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En general, los llamados carruanos proceden de zonas de España que a mediados del siglo XX estaban deprimidas. Imagino que si hubieran tenido los medios necesarios para sobrevivir en sus lugares de origen, nunca hubieran tenido que moverse de ellos. Pero las dificultades de la vida, empujan a veces a algunas personas a emigrar para ganarse el sustento y eso es exactamente lo que hicieron los carruanos, seguramente muy a pesar de sus corazones.
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Lo que no creo que imaginaran éstos, es que aquí iban a tener una acogida tan hostil. Los alteanos les rechazaron frontalmente cual parias desde el primer día y les obligaron a vivir en pequeños guetos en el pueblo, apartados de unos lugareños que debían creerse de raza aria, o algo así. Si los que somos simplemente castellanos nos hemos sentido excluidos por los alteanos, el rechazo que éstos han dedicado a los carruanos es tan brutal que no tiene nombre. Se las han hecho pasar muy putas. Les han hecho sentirse como una mierda.
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Pero lo que tampoco valoraron los alteanos, es que aquellos a los que menospreciaban llamando carruanos eran infinitamente más trabajadores que ellos y estaban dispuestos a morir currando de sol a sol con tal de ganar un duro y sacar a flote a sus familias. Mucha de esta gente, tragando carros y carretas durante generaciones, ha conseguido de manera justa tener un patrimonio y un poder adquisitivo mayor que el de muchos alteanos que ahora les envidian sin acordarse de que ellos se han pasado la vida rascándose los cojones.
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Los extranjeros.
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Los extranjeros, guirufos o guiris de toda la vida, son la gente afincada aquí procedente de los países ricos de la Europa Occidental, véase: británicos, franceses, alemanes, noruegos, suecos, holandeses, belgas, suizos, etc.
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En general los alteanos nunca se han metido mucho con los extranjeros. Más bien al contrario: si han podido arrimarse un poco a ellos para sacarles las perras, lo han hecho, pues si algo han tenido siempre los extranjeros que han venido a esta zona, es dinero, mucho dinero.
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Y por último los forasteros.
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Aunque durante décadas los alteanos han llamado forasteros a todos los llegados de fuera, en los últimos años el término se ha usado más para referirse a los inmigrantes de países subdesarrollados. Es decir, que el grupo de los forasteros estaría ahora formado por los los latinoamericanos, la gente de los países del este, los moros, los negros, los chinos, etc.
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La apertura de las fronteras a estos grupos humanos y el resultante crecimiento de la población ha hecho disminuir netamente la seguridad en nuestras calles, de manera que los forasteros son ahora el principal foco de rechazo de los alteanos y tanto los castellanos como los carruanos pasamos a ser un mal menor en un segundo plano.
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Y de momento ya está. Esto es Altea y no otra cosa. Un lugar maravilloso desde la óptica de un turista. Un pueblaco más, desde la óptica de un ciudadano alteanense con los pies en la tierra. Disfrutadlo los que venís de fuera y no os tenéis que ver enmerdados como nos hemos vistos muchos durante años.
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